sábado, 28 de mayo de 2011

Memorias de una Amante. Entrada 1: Él.

Era sorprendente la forma en la cual todo comenzó.


Un choque accidental que trajo maravillosas consecuencias.


Caminaba con rapidez bajo la lluvia tratando de no empapar mi traje nuevo y miraba el suelo para no caer en los charcos de agua mas profundos presentes en las irregularidades de las aceras. Y entonces me di de lleno contra algo duro y caí al suelo.


Gemí. Una mano firme, grande y masculina me asió por la cintura hasta ponerme de pié nuevamente. Me sorprendió la facilidad con la que me cargo considerando que no soy una mujer menuda. Soy esbelta, con curvas, un imposible cabello negro y rizado, un pecho demasiado bien proporcionado como para ser decente y piernas torneadas y firmes además de unos ojos dorados herencia de mi familia. Pero yo no era ni por asomo una delicada florecilla. 


-¿Estás bien? -Dijo una voz ronca muy cerca de mi oído. Me estremecí y un calor intenso se extendió por mi cuerpo. Lo cual era, sin duda, un agradable cambio considerando que el día era helado y estaba lloviendo. 


-Si claro. -Asentí automáticamente. Y cometí el grave error de mirarlo. 


Yo nunca me consideré una mujer especialmente romántica. Pero eso cambió completamente cuando lo conocí a Él. Cabello negro algo largo, húmedo por la lluvia, que se rizaba sobre su frente haciéndole parecer un poeta de antaño. Los ojos más verdes que hubiera visto nunca y una sonrisa seductora de héroe de novela que me hizo flaquear las piernas a tal punto que temí caerme al suelo de nuevo. 


Él se acuclilló sobre el suelo y recogió mi bolso. 


-Creo... que esto es suyo. -Susurró. 


-Eh... si, lo es, gracias. Yo... uh... lo siento... debo irme. -Tartamudeé y tuve ganas de abofetearme por hacer el ridículo. Él de seguro se estaba divirtiendo de lo lindo a mi costa. Al sentir el rubor subir a mis mejillas me dí la vuelta y comencé a alejarme. 


El me detuvo al tomar mi mano. 


-Ven a tomar un café conmigo. -Pidió con una sonrisa. Yo estaba a punto de acceder cuando recordé que es lo que había salido a hacer en un principio. Era imposible. 


-Lo siento. -Le respondí. -Tengo un compromiso ineludible, y me temo que voy con retraso. -Su sonrisa se borró lentamente como cuando un niño abre un regalo para descubrir que ya le habían dado algo igual el año anterior. 


-En ese caso, bella dama, será otro día. -Agregó él. Su mirada era intensa. 


Yo sólo asentí y el soltó mi mano. 


Y mientras me alejaba no pude evitar cerrar mi mano -la que él había tocado- en un puño para tratar de retener su calor lo más posible. Por que mi corazón sabía que ya nada volvería a ser igual. 


Dos días mas tarde estábamos en mi habitación. 


Él me besaba con una rudeza que me excitaba hasta limites insospechados. Su boca trazaba el camino desde mi cuello a valle entre mis pechos y de allí hasta mis pezones adoloridos. Mis gemidos de placer inundaban la estancia. 


El me desnudó con una maestría sorprendente como quien ya ha tenido una gran colección de amantes. Por que éso es lo que yo era. Su amante. Y no por que él estuviese casado. No. Es por que de una atracción tan fatal y flamígera como ésta no podía terminar en nada bueno. 


El deslizó sus manos a través de mi cuerpo hasta el centro de mi feminidad el cual mimó hasta que estuve retorciéndome de placer entre sus brazos. Suplicando por más. 


En ese momento fue en el que me penetró. Y sentí una gran puntada de dolor ante la cual no pude reprimir un grito y no de éxtasis, precisamente. Él se detuvo. Y me miró. Sus iris verdes clavándose en mis ojos como dagas. 


-Por todo lo sagrado. Eres virgen. -Susurró. -¿Porqué no me lo dijiste? 


-No me... pareció importante. -Respondí con voz ahogada. Y el puso mala cara. 


-Quédate quieta. -Agregó el. -Tranquila. Relájate. Si te duele de nuevo dímelo y yo me detendré ¿De acuerdo? -Inquirió. Yo asentí. Y él comenzó a moverse lentamente. Al principio fue incomodo pero luego me encontré moviendo las caderas para hacerle llegar más y más profundo. Cada vez eran más deprisa. El acarició con su mano ese pequeño y rígido capullo y exploté. 


Mi primera vez. Mi primer orgasmo. Y había sido maravilloso.   


No tenía ni idea de qué me depararía el futuro exactamente... pero si Él estaba junto a mí, sinceramente, no me importaba. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario