sábado, 21 de enero de 2012

Memorias de una Amante. Entrada 4: Herida del Corazón (Parte I)

Ser una Amante es sinónimo  de Anónima, todo cuanto haces es algo furtivo, silencioso, oculto. Al principio es excitante, pero luego te das cuenta poco a poco que vas perdiendo algo importante para ti. 


Libertad. 


Pero yo estaba tan enamorada. Me era totalmente inútil tratar de negarlo. Ése hombre desesperante, mi amante, era también mi amor. 


Sin su mirada ese oscuro día de lluvia, esa chispa diabólica y seductora, quizás nunca hubiese caído. Pero la tentación era demasiado grande y yo, quién siempre me considere una mujer fuerte, también probé de ese dulce pecado. 


Pero nada pudo prepararme para ese día, el momento en el que me di cuenta de lo que yo significaba para Él. 


Caminaba con prisa por las calles del centro de la ciudad. Era tarde, nunca esperé retrasarme tanto en el trabajo. Preparar una cena a toda prisa en el microondas era tan poco atractivo... por eso decidí comer en un restaurante. Cerca habían inaugurado recientemente uno que por los rumores era bastante bueno.


Los rumores no se equivocaban la comida y el servicio eran intachables. Pero fue cuando me levantaba para salir de allí cuando escuché una voz grave y familiar que me hiso estremecer de deseo. Giré mi cabeza y lo vi. Era Él. Sonreí y la sonrisa murió en mi rostro tan pronto como nació. Una guapa rubia, despampanante estaba colgada de su brazo y le lanzaba miradas lujuriosas.


Era demasiado para mi. Salí corriendo del sitio y no miré atrás.


Al llegar a casa me hundí entre almohadas y chocolates. Y a las doce en punto lo llamé.


-Hola.-Susurré al telefono.
-Hola. -Respondió Él. Su voz, maldita fuese, seguía causando estragos en mi ritmo cardiaco. -¿Qué tal fue tu día?
-Muy bien. -Mentí. -Salí en la mañana y luego del trabajo almorcé en ese restaurante tan adorable que abrieron recientemente en el centro.
-Ah, si. He oído de él. -
-¿Eso quiere decir que no has entrado? -Mi voz era suave, dulce, no transmitía el acero que actualmente sentía en mi corazón.
-No. -Me mintió el a mí.
-Debes llevarme alguna vez. No te arrepentirás. -Mi sonrisa cínica y mis ojos nublados por las lágrimas contenidas se reflejaban en el espejo de mi habitación. ¡Qué patética era! Y pensar que en el pasado había sido otra cosa. Algo más. Orgullosa de ser quién era. Todo eso se vino abajo este día.
-Lo sé. -Fue todo lo que él me dijo y luego colgó.


Ser una Amante es comprender tu lugar. Difícilmente podrás formar parte de su mundo diurno. Tú sólo serás parte de la otra cara de su vida que nunca le muestra a nadie. Tu sólo compartirás sus noches. Sería una estupidez albergar esperanzas vanales en torno a eso. 


Ojalá yo no hubiese sido tan tozuda. ¿Pero quién sabe? Quizás secretamente fuera una masoquista y no lo había descubierto aún. Publicar entrada

martes, 7 de junio de 2011

Memorias de una Amante. Entrada 3: Sueños Húmedos.

Yo estaba aterrada... ¿Qué diablos me pasaba? ¿Por qué no podía dejar de pensar en Él?


El tiempo pasaba y pasaba. Mi éxito laboral en la nueva empresa donde trabajaba como decoradora de interiores era rotundo. Logré cambiar por completo mi estilo de vida. Desde aquel modesto departamento en el cual había perdido mi virginidad hasta esta gran casa que siempre desee tener. Con un inmenso jardín, piscina y cerca de un hermoso lago. Un refugio de tranquilidad. 


Y también estaba... Él. 


Él, quién no encajaba en absoluto en el nuevo rumbo que tomaba mi vida. 


Pero cada vez que pensaba en dejarle los sueños me atormentaban...




Me encontraba en mi casa en el momento en el cual comenzó a llover a cántaros. Sonreí. Adoraba la lluvia. 


Me deshice de todas las prendas molestas y me quedé únicamente con mis bragas y una camiseta sin el estorbo del molesto sujetador. Y salí a empaparme en la tormenta.


Corrí chillando de alegría. Me sentía, casi, como si volviese a tener seis años y pesaba que podía volar si ta sólo lo deseaba con todas mis fuerzas. Me senté en un banco cerca de la fuente del jardín mientras mojaba mis pies dentro de ella y salpicaba. 


Mi inocente juego, de repente, tomó un rumbo mas... sensual. 


Sentí cuando acarició mi nuca y eso me produjo un escalofrío de placer. No pude reprimir un gemido. 


-Eres una pequeña hembra lujuriosa. -Susurró el en mi oído. -Me pregunto... si ya estarás mojada y lista para mí. -Sus eróticas palabras me calentaron a pesar de la lluvia helada. Me sentía perversa y ¡oh! tan decadente. 


-Eso, cariño, tendrás que averiguarlo por ti mismo. -Repliqué desvergonzadamente poniéndome de pié, todavía, de espaldas a Él. 


Él me tomó por la muñeca y giró mi cuerpo hasta que mi rostro estuvo a escasos centímetros del suyo. Y sonrió. 


-Créeme, querida, voy a averiguarlo. -Respondió y me beso con fiereza.  Asaltó mi boca sin piedad, sus manos, acariciando mi espalda cubierta apenas por la mojada camiseta. Él acunó mi trasero y empujó contra su erección escondida, aún, dentro de sus pantalones. Y sin esperar me desnudó de a cintura para arriba. Sólo cubierta por el pequeño triángulo de mis bragas. 


Él dejo una estela de besos por mi cuello hasta llegar a mis pechos donde chupó con ímpetu mis rígidas cimas y siguió hacia abajo, por mi abdomen hasta que su lengua juguetona y maligna penetró en un lugar que, realmente, no quiero mencionar en este diario. 


Jadeos de placer, súplicas, demandas y hasta maldiciones salieron de mi boca a causa de tal éxtasis. Cuando Él tocó con su pulgar ese delicado botón que hace enloquecer a cualquier mujer  y lo frotó exploté. 


Mi grito de liberación fue desgarrador. Él se levantó y beso suavemente mis labios. 


-La función apenas comienza- Dijo con voz ronca y entonces... desperté. 

lunes, 6 de junio de 2011

Memorias de una Amante. Entrada 2: El Vals.

Sinceramente el trabajo de Amante está infravalorado. 


Al pensar en "Amante" en el pasado siempre lo asocié con otra palabra... "Ramera" "Prostituta" o el vulgar y soez "Puta". 


Que estúpida fui. 


Ser... una Amante no es ser una mujer de mala vida. Yo podía decir que era virgen hasta hace poco... y había sido Él quién me había desflorado. Ser Amante es a capacidad que una mujer posee para confiarle su cuerpo a alguien. Y sólo a ese alguien. Sin las ataduras que conlleva una relación de algún tipo. 


Nunca imaginé que el despertar a  mi pasión pudiera ocasionar.... esos sueños... sueños nada puritanos... sueños de una Amante. 

Estaba en una sala de baile antigua y ornamental. Llevaba un vestido largo color violeta muy simple. Mi cabello estaba recogido y domado en un moño flojo sobre mi cabeza sujeto por una diadema de plata del cual caían tirabuzones que se derramaban por mi espalda. 


Estaba sola. O eso creí hasta que unos brazos fuertes me abrazaron 
-desde atrás- por la cintura. Me sobresalté. Aunque sonreí. El tenía un sagrado don para saber que estaba necesitada. 


Un Vals comenzó a sonar y Él -como todo hombre debe hacer- marcó el ritmo. Suave, lento y luego un giro. Más rápido. No. No es suficiente. La lenta cacofonía se asemejaba a la cópula que estaba por venir y que ambos ansiábamos


Su cabeza se enterró en mi hombro y comenzó a besarme. Su respiración era acelerada y, en cierta forma, ya me sentía satisfecha, dado que el erótico baile lo había excitado a él tanto como a mí. 


Y mientras las notas armónicas de un piano sonaban a la distancia el comenzó a desvestirme. Sus manos, ágiles, eran expertas al desatar las cintas que lo mantenían en su sitio. Una sonrisa de villano se extendió por su rostro, dado que, como el ya sospechaba, no tenía nada debajo de aquella diáfana tela. 


Yo le había estado esperando. 


Al tomarme entre sus brazos comenzó a devorarme entre besos hambrientos. Yo sólo quería más... más de Él, más de esas manos fuertes y rasposas que acariciaban mis pechos con tortuosa lentitud. Más de su lengua maligna que jugaba conmigo a placer. 


Más. 


Con mis manos temblorosas logre -aunque con dificultad- soltar a bragueta de sus pantalones. Para poner en este erótico a su gran y dura masculinidad en acción. 


Y con una rapidez que me dejó pasmada el se guió hasta mi húmeda cuenca. Y entonces comenzó la danza dentro de mí y a un ritmo sensual que me volvía loca. Ya no podía escuchar la música. Sabía que seguía sonando pero mis gemidos de placer opacaban cualquier otro sonido.


Mi mundo, de repente, dio vueltas en un interminable crescendo... y exploté y lo traje conmigo a este mundo onírico y maravilloso. 


Nos deslizamos juntos hasta el suelo donde reposé entre sus brazos. Allí en ése pacífico lugar me dormí bajo el arrullo de los arcángeles en La Creación de Haydn.



sábado, 28 de mayo de 2011

Memorias de una Amante. Entrada 1: Él.

Era sorprendente la forma en la cual todo comenzó.


Un choque accidental que trajo maravillosas consecuencias.


Caminaba con rapidez bajo la lluvia tratando de no empapar mi traje nuevo y miraba el suelo para no caer en los charcos de agua mas profundos presentes en las irregularidades de las aceras. Y entonces me di de lleno contra algo duro y caí al suelo.


Gemí. Una mano firme, grande y masculina me asió por la cintura hasta ponerme de pié nuevamente. Me sorprendió la facilidad con la que me cargo considerando que no soy una mujer menuda. Soy esbelta, con curvas, un imposible cabello negro y rizado, un pecho demasiado bien proporcionado como para ser decente y piernas torneadas y firmes además de unos ojos dorados herencia de mi familia. Pero yo no era ni por asomo una delicada florecilla. 


-¿Estás bien? -Dijo una voz ronca muy cerca de mi oído. Me estremecí y un calor intenso se extendió por mi cuerpo. Lo cual era, sin duda, un agradable cambio considerando que el día era helado y estaba lloviendo. 


-Si claro. -Asentí automáticamente. Y cometí el grave error de mirarlo. 


Yo nunca me consideré una mujer especialmente romántica. Pero eso cambió completamente cuando lo conocí a Él. Cabello negro algo largo, húmedo por la lluvia, que se rizaba sobre su frente haciéndole parecer un poeta de antaño. Los ojos más verdes que hubiera visto nunca y una sonrisa seductora de héroe de novela que me hizo flaquear las piernas a tal punto que temí caerme al suelo de nuevo. 


Él se acuclilló sobre el suelo y recogió mi bolso. 


-Creo... que esto es suyo. -Susurró. 


-Eh... si, lo es, gracias. Yo... uh... lo siento... debo irme. -Tartamudeé y tuve ganas de abofetearme por hacer el ridículo. Él de seguro se estaba divirtiendo de lo lindo a mi costa. Al sentir el rubor subir a mis mejillas me dí la vuelta y comencé a alejarme. 


El me detuvo al tomar mi mano. 


-Ven a tomar un café conmigo. -Pidió con una sonrisa. Yo estaba a punto de acceder cuando recordé que es lo que había salido a hacer en un principio. Era imposible. 


-Lo siento. -Le respondí. -Tengo un compromiso ineludible, y me temo que voy con retraso. -Su sonrisa se borró lentamente como cuando un niño abre un regalo para descubrir que ya le habían dado algo igual el año anterior. 


-En ese caso, bella dama, será otro día. -Agregó él. Su mirada era intensa. 


Yo sólo asentí y el soltó mi mano. 


Y mientras me alejaba no pude evitar cerrar mi mano -la que él había tocado- en un puño para tratar de retener su calor lo más posible. Por que mi corazón sabía que ya nada volvería a ser igual. 


Dos días mas tarde estábamos en mi habitación. 


Él me besaba con una rudeza que me excitaba hasta limites insospechados. Su boca trazaba el camino desde mi cuello a valle entre mis pechos y de allí hasta mis pezones adoloridos. Mis gemidos de placer inundaban la estancia. 


El me desnudó con una maestría sorprendente como quien ya ha tenido una gran colección de amantes. Por que éso es lo que yo era. Su amante. Y no por que él estuviese casado. No. Es por que de una atracción tan fatal y flamígera como ésta no podía terminar en nada bueno. 


El deslizó sus manos a través de mi cuerpo hasta el centro de mi feminidad el cual mimó hasta que estuve retorciéndome de placer entre sus brazos. Suplicando por más. 


En ese momento fue en el que me penetró. Y sentí una gran puntada de dolor ante la cual no pude reprimir un grito y no de éxtasis, precisamente. Él se detuvo. Y me miró. Sus iris verdes clavándose en mis ojos como dagas. 


-Por todo lo sagrado. Eres virgen. -Susurró. -¿Porqué no me lo dijiste? 


-No me... pareció importante. -Respondí con voz ahogada. Y el puso mala cara. 


-Quédate quieta. -Agregó el. -Tranquila. Relájate. Si te duele de nuevo dímelo y yo me detendré ¿De acuerdo? -Inquirió. Yo asentí. Y él comenzó a moverse lentamente. Al principio fue incomodo pero luego me encontré moviendo las caderas para hacerle llegar más y más profundo. Cada vez eran más deprisa. El acarició con su mano ese pequeño y rígido capullo y exploté. 


Mi primera vez. Mi primer orgasmo. Y había sido maravilloso.   


No tenía ni idea de qué me depararía el futuro exactamente... pero si Él estaba junto a mí, sinceramente, no me importaba.