Yo estaba aterrada... ¿Qué diablos me pasaba? ¿Por qué no podía dejar de pensar en Él?
El tiempo pasaba y pasaba. Mi éxito laboral en la nueva empresa donde trabajaba como decoradora de interiores era rotundo. Logré cambiar por completo mi estilo de vida. Desde aquel modesto departamento en el cual había perdido mi virginidad hasta esta gran casa que siempre desee tener. Con un inmenso jardín, piscina y cerca de un hermoso lago. Un refugio de tranquilidad.
Y también estaba... Él.
Él, quién no encajaba en absoluto en el nuevo rumbo que tomaba mi vida.
Pero cada vez que pensaba en dejarle los sueños me atormentaban...
Me encontraba en mi casa en el momento en el cual comenzó a llover a cántaros. Sonreí. Adoraba la lluvia.
Me deshice de todas las prendas molestas y me quedé únicamente con mis bragas y una camiseta sin el estorbo del molesto sujetador. Y salí a empaparme en la tormenta.
Corrí chillando de alegría. Me sentía, casi, como si volviese a tener seis años y pesaba que podía volar si ta sólo lo deseaba con todas mis fuerzas. Me senté en un banco cerca de la fuente del jardín mientras mojaba mis pies dentro de ella y salpicaba.
Mi inocente juego, de repente, tomó un rumbo mas... sensual.
Sentí cuando acarició mi nuca y eso me produjo un escalofrío de placer. No pude reprimir un gemido.
-Eres una pequeña hembra lujuriosa. -Susurró el en mi oído. -Me pregunto... si ya estarás mojada y lista para mí. -Sus eróticas palabras me calentaron a pesar de la lluvia helada. Me sentía perversa y ¡oh! tan decadente.
-Eso, cariño, tendrás que averiguarlo por ti mismo. -Repliqué desvergonzadamente poniéndome de pié, todavía, de espaldas a Él.
Él me tomó por la muñeca y giró mi cuerpo hasta que mi rostro estuvo a escasos centímetros del suyo. Y sonrió.
-Créeme, querida, voy a averiguarlo. -Respondió y me beso con fiereza. Asaltó mi boca sin piedad, sus manos, acariciando mi espalda cubierta apenas por la mojada camiseta. Él acunó mi trasero y empujó contra su erección escondida, aún, dentro de sus pantalones. Y sin esperar me desnudó de a cintura para arriba. Sólo cubierta por el pequeño triángulo de mis bragas.
Él dejo una estela de besos por mi cuello hasta llegar a mis pechos donde chupó con ímpetu mis rígidas cimas y siguió hacia abajo, por mi abdomen hasta que su lengua juguetona y maligna penetró en un lugar que, realmente, no quiero mencionar en este diario.
Jadeos de placer, súplicas, demandas y hasta maldiciones salieron de mi boca a causa de tal éxtasis. Cuando Él tocó con su pulgar ese delicado botón que hace enloquecer a cualquier mujer y lo frotó exploté.
Mi grito de liberación fue desgarrador. Él se levantó y beso suavemente mis labios.
-La función apenas comienza- Dijo con voz ronca y entonces... desperté.
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